Los inicios y lo que siguió
Enamorarse
es sentir mariposas en la panza, temblor en las rodillas y que tu corazón lata
más fuerte de lo normal. Cuando uno escucha las palabras amor, flechazo o
enamoramiento, piensa automáticamente en una persona. Yo pienso en el amor que
hace que día a día me sienta viva, feliz, y que está siempre que lo necesito…
Amor para
mí es esperar meses a que se estrene una película, es sentir mariposas en la
panza cada vez que veo un tráiler o escucho una canción relacionada con alguna
escena o personaje.
El cine
apareció con los hermanos Lumière el 28 de Diciembre de 1895, cuando
proyectaron la salida de los obreros de la fábrica de Lyon, la destrucción de
un muro y la partida de un barco. George Méliès fue el pionero del espectáculo con
Viaje a la Luna. A ellos, a ellos les debo mi pasión.
Mamá
siempre me cuenta que cuando estaba en la panza, ella miraba películas que yo
‘escuchaba’ y supone que ahí empezó todo. A los dos años (según ella) vi mi
primer película. No entendía mucho de qué se trataba, pero creo que como todos
los niños, era la película que debías ver si tenías esa edad. Cuando tenía tres
años vi a escondidas de ella una parte de Poltergeist III; creo que nunca voy a
poder borrar de mi cabeza la imagen de la pequeña protagonista, parada frente a
un espejo mientras usaba un pijama colorado. Mamá no me dejaba ver películas de
terror, pero aún así me las ingeniaba para verlas. Algunas como La Llamada
fueron grandes arrepentimientos, ya que tuve pesadillas por casi dos meses con
la protagonista.
Crecí
viendo mil y un películas; de amor, de comedia, de drama, de terror; nada que
nadie haya hecho antes, definitivamente. A los diecisiete años con un
poco de ayuda de alguien amante del cine, me di cuenta que realmente era algo
que yo también amaba, que siempre había estado ahí oculto y que estaba saliendo
a la luz.
Después
de dieciocho años, no puedo decir exactamente cómo fue el primer encuentro con
el cine, pero sí puedo decir cómo me acompañó en mi vida. Hubo
películas que vi cuando ni siquiera hablaba, y hasta el día de hoy las recuerdo
por cómo me marcaron.
Ya de más grande y con más
conciencia de todo lo que estaba a mí alrededor, comencé a prestar más atención
a lo que veía.
Cursos, clases en el
colegio o en la facultad, siempre disfrutaba de saber más del tema. Dicen que
cuando una persona quiere saber más de algo en particular no para hasta querer
saberlo todo, y sé que es eso lo que me pasó, me pasa y siempre me va a pasar.
El
Género
El
cine de Culto es uno de mis
preferidos, de esos géneros para los que no hay día, ni horario ni mucho menos
estado de ánimo. Siempre va a ser el mejor momento para disfrutar de Boyle,
Fincher, Kubrick, Tarantino que nos deleitan con Trainspotting, Fight Club, A
Clockwork Orange, Kill Bill y mil clásicos más infaltables en cualquier
filmoteca, los cuales tienen como objetivo hacernos volar y que en nuestras
mentes quede dando vueltas un mensaje, el cual si vimos la película con
atención vamos a entender y si no, tendremos que mirar una y otra vez hasta
comprenderlo.
Pero
no todo es convencionalismo estético o narrativo, Allen también fue uno de los
grandes encargados de hacerme amar el séptimo
arte haciéndome dar cuenta de que en hay mucha magia en la vida, y que sólo
hay que saber ver más allá de lo que nuestros ojos miran. Que las ciudades son
más hermosas de lo que podemos ver a través de sus edificios, que hay secretos
ocultos, verdadera magia oculta.
Las rom-com son aquellas tan odiadas por
quienes aseguran mirar ‘buen cine’. Pero, ¿qué es el buen cine? Si hay algo que
hay que aprender, es que no existe el buen cine o el mal cine, en este mundo
todo es subjetivo y lo que para algunos puede ser bueno para otros es terrible.
Una buena comedia romántica por tonta que sea nunca le viene mal a nadie. A
todos nos gusta de vez en cuando creer un poco en los cuentos de hadas y en el
amor verdadero y desear que Justin Timberlake sea nuestro amigo con derechos o
que Ryan Reynolds acepte ser nuestro falso fiancé
para que no nos saquen la visa.
El
terror también estuvo siempre presente. Aunque no me considero una fanática del
género, admito que de vez en cuando es bueno tener un poco de miedo a la
oscuridad o a caminar sola por un lugar lúgubre. Los espíritus y fantasmas
suelen ser mis protagonistas favoritos si se trata de esto, aunque un vampiro
que ataca a mitad de la noche o una horda de zombies de vez en cuando también
es bienvenido.
Y el
drama, aquello que incluye risas y llanto de la misma manera que hasta locura.
Aquellas películas que nos replantean nuestra vida desde una mirada más real,
nos hacen pensar si estamos haciendo bien las cosas o no, buscan psicologearnos
desde una perspectiva ficcional para que apliquemos en nuestra vida lo que nos
‘enseñan’.
Mi
Vida y mis Géneros
Una de
las películas que más me marcó fue la que mencioné más arriba, la primera que
ví, El Rey León. Como a muchos, la muerte de Mufasa fue una de las escenas más
traumáticas de la infancia, pero a mí me traumó más que a muchos, creo. Lo
mismo pasó con Tarzán. Disney se encargó desde chicos de hacernos dar cuenta de
que no todo en esta vida es color de rosa, aunque Cenicienta termine casándose
con el príncipe azul.
Crecer
sin alguien esencial en tu vida a veces es más duro de lo que pueden llegar a
imaginarse y hace que nos demos cuenta lo efímero que es todo, lo rápido que
pueden pasar los momentos, las escenas. Saber disfrutar de un buen minuto es
vivir realmente.
Diferentes
películas estuvieron presentes en diferentes momentos de mi vida, ya sea por lo
ansiosa que estaba por verlas, por lo mucho que se asemejaban a mi realidad o
por lo mucho que deseaba que se convirtieran en ella.
The
Last Song es aquella película que veo dos veces cada Junio desde que se estrenó
porque sé que voy a llorar de principio a fin extrañando a alguien que casi no
conocí; He’s Just Not That Into You, Mean Girls o Stuck in Love son las que veo
cuando siento que tengo que el corazón roto; Before Sunrise cuando quiero
creer que el amor verdadero existe y que hasta en un tren puedo encontrarlo; The
Breakfast Club o Cruel Intentions están presentes cuando quiero compenetrarme
con una trama sin que después me auto-cuestione; The Shining, Psicosis, Donnie
Darko están cuando quiero que mi cabeza vuele sin sentimientos; y nunca puede
faltarme alguna de Judd Apatow cuando sólo quiero reír reír y reír.
Si de
algo estoy orgullosa, es de saber qué película es ideal para cada momento de mi
vida, para poder vivirlo y sentirlo. Saber qué ver cuando quiero llorar, cuando
quiero sonreír de felicidad o reír porque alguien se cayó, cuando quiero estar
feliz porque el protagonista consiguió el trabajo de sus sueños o gritar de
miedo porque hay un fantasma en la casa. Pero eso es algo que se aprende con el
tiempo, con las películas que vamos sumando a la infinita lista de vistas, no
es algo que viene programado, marcado en nuestro destino -¿o sí?-.
Yo
Mi visión subjetiva me
dice que alguien que no ríe verdaderamente con una película, o no llora o no la
sufre, se está perdiendo muchas cosas del mundo. Y sobre mí, digo que creo que
no tengo sonrisa más real que la que esbozo cuando el protagonista es feliz o
cuando se da cuenta que no necesita a nadie más que a sí mismo
para ser feliz. Y que no tengo lágrimas más legítimas que las
que aparecen cuando el protagonista pierde a alguien que ama o le rompen el
corazón. Porque eso es lo que busco en este amor; liberarme de toda la realidad,
y por el tiempo que dure el film, olvidarme de todo lo que me rodea, todos mis
problemas, los malos momentos, los corazones rotos, hasta incluso las
felicidades. Busco irme por un momento a otro universo donde yo estoy presente
en la trama que estoy viendo y donde nada importa más que eso, olvidarme por un
momento de que soy una persona real y existo con una vida real en el planeta
Tierra.
No recuerdo como me sentí
cuando empecé con este amor, pero sé y tengo muy presente cómo me siento.
Hay momentos de tu vida
que no vas a olvidar; como cuando viste tal película con cierta persona, o
cuando una persona en particular te recomendó una película o cuando cumpliste años y fuiste
con tus amigos al cine. Diferentes momentos que marcan una vida –o muchas- y quedan plasmados gracias a una pantalla.
Los silencios, las
sorpresas, las risas, los llantos. Cuando algo te penetra en lo más profundo de
tu alma y tu corazón no se puede evitar ni mucho menos volver atrás, ya está
ahí y nunca se va a ir. Es tarde para arrepentirte e intentar no ver esas
imágenes que por el resto de tu vida vas a recordar y citar cuando encuentres
un episodio real que cuadre.
Porque de eso siempre se
trató. De reconocer en mi vida una escena gloriosa de una película o de citar
una frase esperando que alguien entienda de qué hablo.
Ese amor por el cine de
todas las épocas, el que me puede sacar una sonrisa o ayudarme a desahogarme y
romper en llanto cuando los nudos en la panza son más fuertes que todo. Ese
temblor no sólo en las rodillas, si no en todo el cuerpo, ese temblor que me
avisa que nunca voy a olvidar lo que vi y escuché.
Eso es amor. Amor por el
cine. Amor que no importa cuán criticado sea, siempre va a estar, nunca me va a
defraudar y va a ser más real que cualquier otro.